ANULAR LA ANULACIÓN

Arturo Sotelo Gutiérrez

Hace algunos años José Saramago en su Ensayo sobre la Lucidez narró la historia de una ciudad cuyos habitantes decidieron en unas elecciones acudir a votar copiosamente, el único detalle es que fueron en su gran mayoría votos en blanco. El resultado de la elección, en un primer momento, desconcertó al sistema político que no entendió el mensaje. Después de divagaciones y alucinaciones del poder los políticos adoptan la idea de que se trata de una afrenta golpista ciudadana y se toma la decisión de que la autoridad abandone la ciudad, con ánimo de dar una lección, cual padre a su hijo descarriado. Algún funcionario del gobierno receptivo descubre que el voto en blanco es un mensaje de desilusión ciudadana, de pérdida de paciencia, de extravío de la inocencia democrática; por supuesto que ese funcionario es acusado de simpatizar y haber votado como los enemigos del voto en blanco o blanqueros.

Desde las elecciones que llevaron al poder a López Portillo, cuando fue candidato único, en México la abstención del voto ha sido parte importante en el vocabulario político nacional en los últimos tiempos. Sin embargo, ante el abstencionismo, cual lecciones del padre al hijo, se presentan lecciones como el acarreo, el clientelismo, el malversado sindicalismo que han ayudado a disminuir los efectos del abstencionismo, por lo menos a nivel aparente. En 1988 y quizá también en 2006, la caída del sistema y la negación del voto por voto son amargas lecciones que se han presentado al desafortunado votante mexicano.

Los mensajes a través de las urnas son en su mayoría confusos, extraños de entender o mejor aún ajenos al entendimiento de los políticos, que por ejemplo creyeron que en las elecciones del 2000 la alternancia solamente se debió a una buena campaña política de Fox.

La alternativa que anuncian los videos anulistas representa la conformación de significado de un mensaje de urnas, una nueva forma de hacer política en México, una herramienta más de los electores para expresarse. El movimiento trata, al invitar de manera vehemente a votar y anular de demostrar numéricamente que una cierta cantidad de ciudadanos pasivos pero activos están detrás de este nuevo significado político, aún en conformación.

Sin embargo se advierten riesgos. El apuro se hace latente cuando la idea de llamar a dar un mensaje se queda en eso, sólo en el envío del mensaje, sólo con votos anulados. Así mensajes que atrapan por momentos la atención pública, tanto ciudadana como gubernamental, como las marchas por la inseguridad provocan una gran movilización. Pero ¿qué pasó después? Esos organizadores chic se apropian de los canales de comunicación reclamados a nombre de una gran cantidad de ciudadanos y funcionan sólo para ellos.

A mi parecer se emulan formaciones de entornos políticos en miniatura. Se socializa la construcción y se privatiza el beneficio. Igual que de una gran marcha de la que sólo recogen los beneficios quien desde un principio traían el altavoz, los organizadores.

El punto central no es el mensaje de urnas, lo importante es primero llenar de significado ese primer acto y después eso, entenderlo como un primer acto. Lo que continúe de ese momento en adelante es lo substancial.

Siempre es positivo contar con nuevas alternativas políticas, pero es más positivo contar con alternativas que representen eso, alternativas. No una campaña como “tu rock es votar, si no votas cállate”, del 2006, que lejos de alentar a la participación ciudadana, dio el anuncio del aislado y único acto de votar. Tache a todos, voto en blanco, voto por Gaspar Enaine Capulina, es correcto, pero después qué. No es un reclamo a la ausencia de una plataforma política con puntos precisos, candidaturas independientes, reelección de legisladores (aunque en lo personal no simpatice con este punto) y mejor aún, referéndum, iniciativas de ley ciudadanas, revocación del mandato. Es más bien una expectativa de apertura y clausura de espacios ciudadanos, de extracción y apropiación de energía pública, de una más de las decepciones del votante errante mexicano.

En otras palabras, cuestionar de una vez y estar prevenidos para que no se anule la anulación, ya sea por la incomprensión intencionada de los políticos o por la privatización de los beneficios, al reclamándose derechos de autor sobre la anulación. Es la advertencia de Saramago de paranoia gubernamental y sus ajustes paternalistas equívocos, sumado a la recién inaugurada auto-traición social en convocatorias mediáticas ciudadanas.


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